La sierva mía femenina la coloqué en la silla, desnuda y helada. Quiero que sienta el contacto con las cuerdas, quiero que se sienta por por completo indefensa y inmóvil. Hoy seré la Señora de tu respiración. Sufocas, mía, mientras mi mano guantada cubre su nariz y boca. Sufocas mientras agarro tu garganta y sientes que estás perdiendo el conocimiento. Busques el aire mientras mis manos desnudas se introducen en tus pequeños orificios y disfrutas jugando con tus pequeños pezones. Eres mía. Y ahora que me voy, te juro que volveré, si no por ti por lo menos para recuperar el guante que te lo puse en la boca…