Este esclavo anhela adorarme, no puede resistir mi cuerpo perfecto, le gustaría olerlo y besarlo de cabeza a pie. Decido darle lo que desea, claro está, en rodillas, en el suelo, empezando con mis botas. Lentamente sube a adorar mis piernas, manos y todo mi cuerpo, pero el precio a pagar será proporcional: fuertes azotes de castigo por haber tenido la suerte de admirarme. Lo ato a la X-cruz y comienzo a azotarlo con distintas látigas hasta que el color de su espalda cambia y mientras lo siento.