Christina: La cruel y el baño

Christina se sienta frente a mí y espera, más uno minuto y comienza una dura paliza, fumo un cigarrillo para superar el miedo, mi mano tembla levemente, hay miedo en mis ojos. Christina sonríe: ¡Estás asustado?, Sí, estoy muy asustado, Christina sonríe. Solicito poderle abrazar, ella permite y me conduce a la paliza. La sonrisa no se va de su rostro, y yo me encuentro en miedo y hago lo que ella ordena, ella fija mis manos con cadena a la pared, no es posible escapar, no es posible negarme. Christina me dice: Después de 30 azotazos, comerás rápidamente mi merda! – Sí, ella sabía que el esclavo del baño necesitaba una paliza fuerte antes de comer, luego funcionaría mucho mejor! Solo soy su juguete, primero me espera una potente paliza, y luego tengo que comer su merda lo más cómodamente posible, me preguntaba en ese momento!

Christina disfruta de azotarme y verme esquivar en dolor, viendo mi sufrimiento, le da una emoción y esto no es una actuación. Sin embargo, el terrible dolor del proceso hace que temble de miedo cuando Christina toma el látigo y sus ojos brillen de anticipación de la emoción. Sin embargo, para complacerme a mi amo, a pesar de mi intensa miedo, decidí recibir 30 azotazos fuertes!

La paliza fue dura, una de las más duras que había experimentado. Gemí en dolor, y Christina solo dijo, con una sonrisa en su rostro: ¡Espera!, soporté, y ella me golpeó aún más duro, queria que me rompiera para que me rindiera! Christina disfruta golpear en el mismo lugar varias veces, porque duele mucho, y disfruta usarme al máximo, disfruta sentir el poder sobre un hombre en el momento de la paliza o cuando el esclavo come su montón fetido.

Después de disfrutar lo suficiente de la paliza, Christina me usó como su baño, quiere orinar y defecar y ahora experimentará otra emoción al vertir su oloroso montón en mi hueco oloroso de boca. Cuando comía, Christina me pisaba en el pecho y adicionalmente debía sostener su peso y deglutir. Estaba en el fondo, comiendo merda y lamiendo sus hermosas dedos, y ella se erguía imperiosamente sobre mí y daba órdenes.

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