Durmiendo bien, descansado, decidí. Es hora de convertir a mi marido en mi baño permanente. Ya le he estado entrenando a defecar, sabía su gusto. Pero ahora voy a defecarle en la boca todos los días. ¡Qué lindo es, lamer mi anus, relajarla, y yo defecando boca llena! Primero te enseñaré a comer mi feces a tiempo. Luego, serás sirviente de mis amigas. Y finalmente convertirás en un baño público. Y tú eres un esclavo, mirándote y envidiando, porque quieres estar en su lugar.