Está todo listo. Las cámaras están bien ocultas. Ninguna persona debe saber nada sobre ello. Una toalla está lista. Cuando suena la campanilla, el masajista corre a la puerta y la abre para su joven y extremadamente atractiva paciente. Esto era exactamente lo que había deseado en secreto.
El comportamiento es respetuoso, intenta ocultar su emoción y le instruye de manera técnica que se desnude. Rápidamente nota que su paciente, Yara, es extremadamente inexperta. Le servirá para aprovecharlo más tarde.
Comienza a desviar el enfoque del masaje desde la espalda hacia los genitales de Yara. Yara se siente desconfortable, pero finalmente confía en él. El masaje se vuelve más y más intenso y el masajista incluso se atreve a rublar su pene bajo la toalla contra la paciente.
Sin embargo, el tratamiento alcanza el punto máximo cuando el masajista agarra un dildo para supuestamente despejar la tensión desde adentro.
El masajista publica el video con una cara desfocada y una voz desfigurada, para no ser reconocido en ningún caso.